viernes, 10 de junio de 2011

Estudiar, ¿aburrido?

Generalmente se piensa que estudiar es aburrido y, en realidad, no tiene por qué serlo. El gran desafío es lograr que una clase sea una experiencia divertida para mantener la motivación, amena para que los alumnos tengan ganas de participar, y agradable para favorecer la emoción asociada al aprendizaje y así aumentar la memoria. Para mayor información, leer El Desafío
 
Atmósfera relajada

En esta receta no hay ingredientes exactos pero no pueden faltar dinamismo, diversidad, movimiento, entretenimiento y una pizca, aunque sea, de cultura para alcanzar una meta seria:
                                                        aprender nuestra lengua.

Existen cientos de juegos que conocemos y podemos adaptar para enseñar.

No es lo mismo practicar los números escribiéndolos ochenta veces o recitándolos en orden que jugar a la generala.

Enseñar la diferencia entre el pretérito perfecto simple e imperfecto del indicativo a un inglés puede resultar más que difícil, ¿por qué no jugar a las cartas? (No sé si se acuerdan a qué me refiero con esos términos… “Seguro que algunos de Uds. se lo preguntaron, mientras yo los mencionaba”.



Hay personas que piensan que jugar es una pérdida de tiempo. Pero, ¿qué están haciendo los estudiantes al jugar con las cartas incluidas en el libro para tal efecto, por ejemplo? Armando oraciones sin pensar que están estudiando VERBOS. 

El juego nos incita a usar la lengua con un fin distinto al de la práctica por sí misma. Atrapa el interés tan naturalmente que los estudiantes se esfuerzan más en concentrarse y retener estructuras porque quieren ganar.

Tomemos otro ejemplo. Memorizar antónimos estudiándolos de una lista es aburrido y poco prometedor. Ahora, si utilizamos un juego tan simple como el memory, es otra historia.  Además, extendemos la memoria a corto plazo y sentamos las bases de la memoria a largo plazo.

Atención

Tampoco es lo mismo tratar de ordenar las palabras de una oración escritas en un libro que utilizar tarjetas que podemos manipular, probando diferentes posiciones hasta encontrar la correcta.

             Miren lo que pasó en unas Jornadas de la Asociación de Profesores de Inglés de la Zona Andina y Línea Sur  en Bariloche.

Rol activo
 
Les propuse a los participantes ordenar oraciones referidas a los procesos de aprendizaje según Piaget. Ellos conocen la lengua. Les hice trampas para que experimentaran lo que siente un estudiante al enfrentarse con esta tarea.

Cooperación
Fíjense esas caras de concentración. Una profesora se lamentó: “¡Pobres mis alumnos!”. Al preguntar si se daban por vencidos con alguna de las oraciones, otra dijo: “Ah, no. Lo tengo que poder hacer”.

          Era su desafío. Sólo necesitaba más tiempo. 


Feedback inmediato


Lo más importante era que tomaran conciencia de la posible frustración que pueden causar al estudiante y dificultar o, hasta impedir, el aprendizaje.

        ¿Por qué existe tanta resistencia al juego en las clases, especialmente para adultos?

        Sinceramente, no lo entiendo. Hace más de 29 años que trabajo con adultos y comencé a incluir juegos a mediados de los años 80. Casi por casualidad en un principio. Poco a poco, fui comprobando la eficacia de su utilización en clase.

           Ahora no hay clase si no hay juegos.
  
                                                  Competencia positiva 
No importa la edad de nuestros estudiantes. Lo que importa es que
  • utilizamos ambos hemisferios cerebrales;
  • potenciamos la memoria brindando más formas de representación de la información  en el cerebro para luego reconstruirla  ayudamos a desarrollar diferentes inteligencias, sistemas de representación y la autoestima; 
  • enseñamos a ganar y perder;
  • practicamos las cuatro habilidades lingüísticas;
  • y creamos un clima altamente motivador, seguro y divertido  que genera el deseo de aprender a través de una competencia positiva.


 
   


Cuando jugamos: se destraban enigmas en el cerebro.